Friday, August 8, 2025

¿Cómo comen y viven los antílopes africanos?

 Introducción

Como ya hemos visto anteriormente, para que un organismo pueda existir no puede entenderse sin considerar los recursos disponibles en su ambiente y el caso de los ungulados africanos, concretamente los antílopes, es un caso muy particular e interesante.

Ecología del comportamiento y evolución
Ninguna especie de antílope varía más de 175 cm de altura en la cruz (como el gran eland), por lo tanto, su alimentación está limitada a la vegetación que crece a menos de 2 metros del suelo. Como consecuencia los antílopes son más abundantes y diversos donde la mayor parte de la vegetación se da dentro de su franja de altura, como ocurre en las sabanas y en ciertos matorrales abiertos. Mientras que en las zonas áridas hay poca abundancia de plantas, mientras que en los bosques, está fuera del alcance de los antílopes, por lo que las comunidades de antílopes en esos hábitats son más pobres (Jarman, 1974).

Aunque generalmente pueden agruparse en dos grandes categorías, pastos y plantas leñosas, estas presentan una amplia variación en su altura, densidad, densidad, nutrición y morfología. Lo que ha dado lugar a diferentes estrategias de alimentación entre las especies de antílopes, que pueden clasificarse, según su grado de selectividad, el tipo de alimento preferido y la forma en que explotan el hábitat:

  1. Selectores extremos de ramoneo: Algunas especies, como los streenbok o los dik-diks, son extremadamente selectivos y consumen únicamente ciertas partes de una gran variedad de plantas leñosas, como brotes tiernos, frutos, flores e incluso corteza. Habitán áreas muy específicas y mantienen un territorio constante a lo largo del año, ya que dependen de la ubicación de sus recursos, que son escasos y dispersos (Jarman, 1974).

    A la izquierda, un streenbok (Raphicerus campestris) y a la derecha, el dik dik de Kirk (Madoqua kirkii). Créditos de la imagen, en el mismo sentido: Marc Faucher e Yathin SK.

  2. Selectores especializados: Otras especies, como el bushbuck o el gerenuk, también se alimentan selectivamente, aunque su dieta está compuesta por un número más limitado de especies vegetales. Suelen habitar zonas de vegetación densa, donde pueden encontrar el ramoneo que prefieren durante la mayor parte del año, con algunas variaciones estacionales (Jarman, 1974).

    A la izquierda bushbuck del sur (Tragelaphus sylvaticus) y a la derecha, gerenuk (Litocranius walleri). Créditos de la imagen, en el mismo snetido: bathyporeia y Fabrice Stoger.

  3. Alimentación flexible o mixta: Especies como el kudu, el impala o la gacela de Thomson presentan dietas más flexibles, alternando entre pasto y ramoneo según la estación. Durante la temporada de lluvia consumen principalmente pastos, mientras que en la estación seca se alimentan de hojas de arbustos o árboles bajos. Lo que les ha permitido predominar en diversos ecosistemas (Jarman, 1974).

    A la izquierda, el gran kudú (Tragelaphus strepsiceros), en el centro, impala (Aepyceros melampus), y a la derecha, gacela de Thomson (Eudorcas thomsonii). Créditos de la imagen, en el mismo sentido: Jhony Wilson, Sandra K Vorpahi y Nancy Christensen.

  4. Pastadores especializados: En el otro extremo, se encuentran especies como el ñu o el tsessebe, que son pastadores casi exclusivos. Aunque no son especialmente selectivos en cuanto a la especie de pasto, aunque sí prefieren ciertas etapas de crecimiento, como hojas jóvenes y verdes. Suelen desplazarse grandes distancias en busca de pastizales en su punto óptimo, lo que implica grande migraciones estacionales (Jarman, 1974).

    A la izquierda, un tsessebe común (Damaliscus lunatus) y a la derecha, un ñu azul (Connochaetes taurinus). Créditos de la imagen, en el mismo sentido: sitszasadam y John L. Richards

  5. Generalistas no selectivos: Finalmente, especies como el búfalo africano o el eland adoptan una estrategia de alimentación generalista, consumiendo una gran variedad de pastos y ramoneo sin mostrar una selectividad marcada. Lo que les permite aprovechar una mayor cantidad de alimento, aunque este sea de menor calidad (Jarman, 1974).

    A la izquierda, búfalo cafre  (Synacerus caffer) y a la derecha, eland común (Taurotragus oryx). Créditos de la imagen, en el mismo sentido: Steve Mayo y Ciencia Verde.
De manera general, la mayoría de antílopes pequeños están fisicamente mejor adaptados que los grandes para seleccionar hojas individuales cuando se enfrentan a las mismas plantas, simplemente porque la boca del animal es demasiado grande, en relación con el tamaño de la hoja, para así poder consumir hoja a hoja. Así pues, un pasto típico, se convierte en un conjunto heterogéneo de partes que puede consumirse selecctivamente, mientras que para un antílope grande representa una sola unidad, que solo puede ser mordida o rechazda por completo. Además, esta limitación física ha sido reforzada por la selección, de modo que los antílopes pequeños tienden a tener hocicos relativamente más estrechos que las especies grandes (Bell, 1969).

Como consecuencia de esta diferencia física entre antílopes grandes y pequeños, los antílopes pequeños pueden seleccionar las partes de mayor valor nutritivo porque físicamente son capaces de elegir entre las distintas partes de la planta que tienen a su alcance. En cambio, el antílope grande, al tener que comerse gran parte de la planta, se ve obligado a ingerir tanto partes valiosas como partes sin valor.  Por esta razón, la única manera de que un antílope grande logre una dieta de alta calidad es buscar pastos que estén en una etapa de crecimiento óptima. Por lo tanto, queda claro que la selección natural habrá favorecido aquellos antílopes fisiológicamente capaces de sobrevivir con una dieta de baja calidad (Jarman, 1974).

Estas diferencias en la alimentación también se refleja en las estrategias de comportamiento para evitar depredadores y en su organización social. Los antílopes pequeños, al tener menos masa corporal y depender de dietas más selectivas, suelen estar más expuestos a depredadores pequeños o medianos y por eso recurren a comportamientos como camuflarse, quedarse quieto o salir corriendo rápido. Por otro lado, los antílopes grandes, por su tamaño y su dieta menos especializada, suelen formar grandes grupos, lo que dificulta que un depredador pueda elegir una presa vulnerable. Además, estos grupos están formados por animales grandes que pueden atacar a sus depredadores. En hábitats abiertos, la visibilidad entre ellos les permite detectar a los depredadores a distancia. mientras que en ambientes densos la mejor estrategia suele ser evitar al depredador individualmente (Jarman, 1974).

Conclusión
Así pues, la ecología de un animal (organismo) no solo tiene que ver con lo que come o donde vive, sino también sobre cómo ha evolucionado (de ahí que la revista más importante sobre este tipo de temas se llame Trends in Ecology & Evolution) y también cómo se comporta para aprovechar al máximo los recursos de su entorno.

Para publicaciones anteriores sobre antílopes o nichos ecológicos, consulté...
-El papel de los seres vivos (Junio, 2025)

Bibliografía
  1. Jarman, P. J. (1974). The Social Organisation of Antelope in Relation to Their Ecology.
    https://www.jstor.org/stable/4533573 
  2. Bell, R. H. V. 1969. The use of the herb layer by grazing ungulates in the Serengeti National Park

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