Introducción
No sé cuántos artículos habré ya publicando temas relacionados con Stephen Jay Gould, pero sinceramente me parece un científico fascinante (y por el que me he visto fuertemente influenciado, junto a Darwin), principalmente por su punto de vista sobre la evolución y también por su curiosa manera de contar sus reflexiones de historia natural. No obstante, eso no quiere decir que me alinee con todos sus planteamientos evolutivos en relación con los vertebrados, como el proceso de macroevolución (véase El gradualismo, una de las bases de la evolución y los artículos asociado a este), aunque sí compartiría su punto de vista si se tratase de otros organismos (véase El monstruo improbable de Gould).
Aparte de esto, Gould junto a Lewontin fueron especialmente críticos con la incipiente y, en muchos casos, excesivamente naturalista forma de estudiar la evolución que predominaba entre los años 70 y 90. Esta crítica surgió, en parte, como reacción al provocador campo de la sociobiología, propuesto por E. O. Wilson en 1975, que intentaba explicar gran parte del comportamiento animal y humano en términos de selección natural y adaptación. Gould y Lewontin consideraban que muchas explicaciones adaptacionistas de la época caían en "historias convenientes", es decir, relatos simplistas sobre la función de determinados rasgos sin evidencia empírica sólida que los respaldara, tal como el famoso caso del color de los flamencos y los ocelos de las mariposas (véase Historias convenientes). Obviamente, su crítica no pretendía negar el papel central de la selección natural, sino advertir sobre el riesgo de convertirla en una explicación universal, olvidando que muchos rasgos podrían ser neutros en términos de aptitud y surgir como resultado de restricciones del desarrollo, leyes físicas planes generales de construcción de los organismos (Moreno, 2008).
| Stephen Jay Gould, probablemente uno de los mayores biólogos evolutivos del siglo XX. Créditos de la imagen: Wally McNamee/CORBIS |
No obstante, aunque la crítica inicial fue bastante buena y contribuyó a reducir el desarrollo de hipótesis adaptacionistas poco fundamentadas, Gould decidió ir mucho más lejos y terminó minimizando el papel de la selección natural, proponiendo explicaciones alternativas que a menudo resultaban vagas, difíciles de contrastar empíricamente o tan especulativas como las hipótesis adaptacionistas que él mismo criticaba. Como señalaron algunos de los propios referentes de la ecología del comportamiento, como John Alcock o Daniel Dennett, pensar en términos de función sigue siendo una herramienta importante para poder generar hipótesis contrastable, incluso cuando estas terminan siendo falsas. Dado que a pesar de que esta hipótesis adaptativa pueda ser falsa, el proceso de plantearla y testearla permite seguir avanzando en el conocimiento científico y sin esa aproximación sería prácticamente imposible investigar el origen y la función de los rasgos biológicos de manera sistemática (Moreno, 2008). Sin duda, al ver un rasgo, debemos preguntarnos si es adaptativo o no.
Un gran enigma
En la relación con este discurso sobre la utilidad del adaptacionismo y la crítica de Gould, una de las ideas adaptacionistas más extremas que me ha llamado la atención ha sido el famoso mito de las jorobas de los camellos, una explicación poco ortodoxa que sostiene que estas sirven para el almacenamiento de agua. Pero, ¿realmente es así? Y, aún más importante: ¿cómo y cuándo evolucionaron estas jorobas en los camellos?
Con respecto a la primera pregunta, la respuesta es un rotundo no, como era de esperar. Los camellos, al igual que cualquier otro animal que almacena energía, la transforman de manera eficiente en grasas (lípidos), que luego se deposita en su tejido adiposo. En el caso de los camellos, estas grasas se concentran principalmente en la joroba, pudiendo representar entre un 92 y 97% de su composición, dependiendo de la edad del animal, un porcentaje muy similar al de la grasa abdominal. La grasa de la joroba está formada mayoritariamente por ácidos grasos saturados y monoinsaturados, aunque en los individuos jóvenes predomina los ácidos grasos insaturados y presentan puntos de fusión diferentes, mientras que en los adultos la grasa es más estable y rica en ácidos grasos saturados (Kadim et al., 2002). Además de tener funciones especializadas en el sistema inmunitario, en la regulación hormonal y en la osmorregulación (Guo et al., 2019)
Incluso, la concentración de la grasa en la joroba no es producto del azar. Si esta grasa estuviera distribuida de manera homogénea por todo el cuerpo, el camello podría sufrir un sobrecalentamiento debido a la intensa radiación solar del desierto. La solución evolutiva más eficiente ha sido concentrar la grasa en la joroba, permitiendo que el resto del cuerpo permanezca relativamente libre de grasa subcutánea. De este modo, la piel del camello es fina y poco aislante. Al mismo tiempo, el pelaje capilar del camello representa un medio de aislamiento que protege la piel de la radiación directa. Durante el día, reduce la transferencia de calor desde el aire caliente hacia la piel, y por la noche, cuando las temperaturas caen drásticamente, ayuda a retener el calor corporal (Abel-Hameed, 2011).
Asimismo, al centralizar el peso en esa región, los camellos mantienen una locomoción más eficiente, distribuyendo mejor la carga durante largas caminatas por el desierto, reduciendo el gasto energético y mejorando el equilibrio y la absorción de impactos durante la marcha (Iglesias-Pastrana et al., 2024).
En cuanto al origen de esta curiosa joroba, solo dos especies presentan esta adaptación: el dromedario (Camelus dromedarius) y el camello bactriano (Camelus bactrianus), siendo curiosamente las dos únicas especies de camélidos que viven en regiones desérticas extremas de Asia y África. Estando estas dos especies estrechamente emparentadas con el camello norteamericano Camelops (Heintzman et al., 2015), y se cree que en algún momento los ancestros de estos camellos norteamericanos cruzaron el estrecho de Bering y llegaron a Asia (Naples, 2009).
| Camelops hesternus, resistiendo una ventisca en el Yukon de Alaska. Créditos de la imagen: El Morgan. |
Ahora bien, ¿tenían jorobas los ancestros norteamericanos de los camellos? Una manera de inferirlo sería mediante el análisis osteológico: si las espinas neurales de Camelops fueran grandes y se correlacionara con a presencia de una joroba, entonces sí sería posible. Pero de momento no hay evidencia concluyente al respecto. La hipótesis predominante es que Camelops probablemente no presentaba jorobas, o en caso de haberla tenido, esta habría sido muy reducida en comparación con los camellos modernos. ¿Pero qué hay de las dos jorobas del camello bactriano?
Realmente no se ha hecho ningún estudio que trate de determinar cómo ha aparecido la joroba en estas dos especies de camello, aunque está claro que su formación fue probablemente un proceso gradual por selección natural. Se podría plantear que, dado que el camello bactriano representa la especie más cercana geográficamente al estrecho de Bering, sus ancestros podrían haber tenido dos jorobas. Sin embargo, desde mi punto de vista, no necesariamente es así, ya que un rasgo puede surgir de manera independiente sin depender estrictamente de la historia evolutiva de un linaje. Además, no tenemos evidencia de que sus ancestros llegaran a tener jorobas, ¿qué nos hace pensar entonces que podrían haber tenido dos?
Así, pues, mi hipótesis es que, en el caso de que la joroba sea un rasgo exclusivo de este género, este habría surgido de manera independiente en cada linaje, en base a las diferentes características del entorno. De este modo, el dromedario habría desarrollado una única joroba, suficiente para sobrevivir en los desiertos cálidos del norte de África y Arabia, mientras que el camello bactriano habría evolucionado dos jorobas para almacenar más grasa y resistir mejor los extremos térmicos de Asia Central. De hecho, el bactriano es un animal mucho más corpulento y con una mayor densidad de pelaje que el dromedario.
Bibliografía
- MORENO JUAN (2008). RETOS ACTUALES DEL DARWINISMO ¿UNA TEORIA EN CRISIS?
- Kadim, Isam & Mahgoub, Osman & Al MAQBALI, Rabea & Annamalai, K. & Al-Ajmi, Dawood. (2002). Effects of age on fatty acid composition of the hump and abdomen depot fats of the Arabian camel (Camelus dromedarius).
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0309174001002546 - Guo, Fucheng & Si, Rendalai & He, Jing & Yuan, Liyun & Hải, Lê & Ming, Liang & Yi, Li & Ji, Rimutu. (2019). Comprehensive transcriptome analysis of adipose tissue in the Bactrian camel reveals fore hump has more specific physiological functions in immune and endocrine systems.
https://www.researchgate.net/publication/335630256_Comprehensive_transcriptome_analysis_of_adipose_tissue_in_the_Bactrian_camel_reveals_fore_hump_has_more_specific_physiological_functions_in_immune_and_endocrine_systems - Abdel-Hameed, Afaf & El-Zeiny, Wissam & Zaakoug, S.. (2011). THERMOREGULATION IN THE ONE-HUMPED SHE CAMEL (Camelus dromedarius): DIURNAL AND SEASONAL EFFECTS ON CORE AND SURFACE TEMPERATURES.
https://www.researchgate.net/publication/340781342_THERMOREGULATION_IN_THE_ONE-HUMPED_SHE_CAMEL_Camelus_dromedarius_DIURNAL_AND_SEASONAL_EFFECTS_ON_CORE_AND_SURFACE_TEMPERATURES - Iglesias Pastrana, Carlos & Navas González, Francisco & Ciani, Elena & Marín Navas, Carmen & Delgado, J.V.. (2024). Determination of breeding criteria for gait proficiency in leisure riding and racing dromedary camels: a stepwise multivariate analysis of factors predicting overall biomechanical performance.
https://www.researchgate.net/publication/377435352_Determination_of_breeding_criteria_for_gait_proficiency_in_leisure_riding_and_racing_dromedary_camels_a_stepwise_multivariate_analysis_of_factors_predicting_overall_biomechanical_performance - Heintzman, Peter & Zazula, Grant & Cahill, James & Reyes, Alberto & MacPhee, Ross & Shapiro, Beth. (2015). Genomic Data from Extinct North American Camelops Revise Camel Evolutionary History.
https://www.researchgate.net/publication/277782798_Genomic_Data_from_Extinct_North_American_Camelops_Revise_Camel_Evolutionary_History - Naples, Virginia. (2009). Evolution of Tertiary Mammals of North America. Volume 1: Terrestrial Carnivores, Ungulates, and Ungulatelike Mammals.
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