Introducción
Qué mejor historia de terror que dedicar un momento a los escalofriantes orígenes evolutivos de algunas especies de peces rapes de las profundidades marinas, siendo uno de los mejores ejemplos de parasitismo sexual que existen. En estas especies, el macho se une de manera permanente al cuerpo de una hembra, fusionando sus tejidos y sistema circulatorios, de los cuales obtiene los nutrientes necesario para su supervivencia. Ante tal semejante e increíble adaptación, se pueden plantear varis preguntas interesantes sobre los mecanismos evolutivos que la han hecho posible, como: ¿cuáles son los costos y beneficios que implica para ambos sexos? ¿Qué procesos genéticos y adaptivos permitieron el desarrollo de un vínculo tan extremo? y, ¿cómo intervinieron la selección natural y sexual en la configuración de las estrategias reproductivas?
Una metralleta de preguntas
En primer lugar, los beneficios y desventajas de esta relación son distintos para machos y hembras. Para el macho, la unión simbiótica representa claramente una solución adaptativa a la dificultad de encontrar pareja en el entorno abisal. Al fusionarse con la hembra, el macho asegura tanto su supervivencia como el acceso permanente a una pareja. Sin embargo, esta extrema forma de vida implicó grandes transformaciones morfológicas, como: una reducción de su tamaño corporal y un importante número de órganos se atrofian, a excepción de los testículos (Isakov, 2022). Además de presentar varias modificaciones en la dentición para facilitar la sujeción a la hembra (Meunier, 2015).
Con el tiempo, esta unión física se intensifica hasta que ambos organismos fusionan sus tejidos y sistemas circulatorios. Hecho que no sería posible sin la pérdida de varios genes esenciales del sistema inmunitario adaptativo, responsables de codificar los componentes de los linfocitos B y T (Isakov, 2022), además de la expresión defectuosa de genes del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC) (Dubin et al., 2019). También hay algunas especies en las que el macho es capaz de liberar enzimas que disuelven el tejido de la hembra alrededor de su boca, lo que facilita la unión anatómica (Pietsch, 2009)
Por su parte, las hembras obtiene la ventaja de disponer de uno o incluso varios machos adheridos a su cuerpo (Saruwatari, 2010), lo que garantiza la fertilización de sus huevos sin necesidad de buscar pareja. No obstante, esta relación también conlleva un coste energético considerable, ya que debe de mantener vivos a los machos parásitos mediante su propio suministro sanguíneo.
La evolución de este extraño hábito parasitario del macho podría explicarse por la limitada capacidad de encontrar una hembra. Para asegurar la reproducción tras el primer encuentro, la selección sexual favoreció a los machos capaces de permanecer adheridos a una hembra, aumentando así su probabilidad de transmitir sus genes. Esta presión selecctiva condujo a la aparición de adaptaciones que permitieran dicha unión. Una vez establecido el parasitismo sexual, la selección natural actúo y favoreciendo a las hembras de mayor tamaño corporal, ya que podían acumular una mayor cantidad de reservas energéticas para mantener a los machos adheridos y, al mismo tiempo, aumentar la producción y el desarrollo de huevos.
Conclusión
He de decir que no todas las especies de rapes abisales desarrollaron un estilo de vida de parasitismo sexual totalmente obligado. De hecho, aquellas especies que no lo han desarrollado no han perdido estos genes y conservan su sistema inmunitario adaptativo funcional (Brownstein et al., 2024).
Ahora bien, otra pregunta interesante sería cómo hacen los machos para encontrar a las hembras. Pues seguramente por el desarrollo de un marcado dimorfismo sexual olfativo, en el que los machos presesentan órganos olfativos muchos grandes que las hembras en relación con su tamaño corporal, lo que les permitiría detectar las señales químicas o feromonas liberadas por las hembras, algo que se ha evidenciado en peces linternas (Martin y Smith, 2024).
Bibliografía
- Isakov N. (2022). Histocompatibility and Reproduction: Lessons from the Anglerfish.
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35054506/ - Meunier, Francois. (2015). New data on the attachment of teeth in the Angler fish Lophius piscatorius (Actinopterygii: Teleostei: Lophiidae).
https://www.researchgate.net/publication/292802063_New_data_on_the_attachment_of_teeth_in_the_Angler_fish_Lophius_piscatorius_Actinopterygii_Teleostei_Lophiidae - Dubin A, Jørgensen TE, Moum T, Johansen SD, Jakt LM. Complete loss of the MHC II pathway in an anglerfish, Lophius piscatorius.
https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC6832177/ - Pietsch, T.W. (2009) Oceanic Anglerfishes
- Saruwatari T. (2010). Debunking an urban legend of the deep sea: The queen of the abyss and her contribution to ceratioid anglerfish biology.
https://churashima.okinawa/userfiles/files/page/ocrc/p128-136.pdf - Brownstein, Chase & Zapfe, Katerina & Lott, Spencer & Harrington, Richard & Ghezelayagh, Ava & Dornburg, Alex. (2024). Synergistic innovations enabled the radiation of anglerfishes in the deep open ocean.
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0960982224005761 - Martin, Rene & Smith, William. (2024). First evidence of sexual dimorphism in olfactory organs of deep-sea lanternfishes (Myctophidae).
https://www.researchgate.net/publication/378926122_First_evidence_of_sexual_dimorphism_in_olfactory_organs_of_deep-sea_lanternfishes_Myctophidae
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